ACTonFOOD ofrece oportunidades de ACT para abordar la adicción a la comida (2015)

PMCID: PMC4391226

Roberto cattivelli,1, * Giada Pietrabissa,1,2 Martina Ceccarini,1,3 Chiara AM Spatola,1,2 Villa valentina,1 Annalisa Caretti,1 Arianna gatti,4 Gian Mauro Manzoni,1 y Gianluca Castelnuovo1,2

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El sobrepeso es un problema creciente en todo el mundo y se está convirtiendo en una epidemia tanto en Europa como en Estados Unidos. Los informes recientes muestran que el 64% de adultos de EE. UU. Tiene sobrepeso, y esta tasa sigue aumentando (Lifshitz y Lifshitz, 2014). En los Estados Unidos, la carga económica en el sistema de atención médica relacionada con este problema es de aproximadamente 100 mil millones de dólares (Cawley et al., 2014; Specchia et al. 2015). La carga económica de Europa es similar a la de los Estados Unidos (Pietrabissa et al., 2012; Lehnert et al. 2014).

Los riesgos para la salud frecuentemente relacionados con el sobrepeso incluyen dificultades psicológicas, como depresión y estigma, y ​​deficiencias físicas, como enfermedades cardiovasculares, oncológicas, metabólicas o osteoarticulares (Deitel, 2002; Forman y Bulwer, 2006; Castelnuovo et al., 2014; Knäuper et al. 2014). El principal desafío al enfrentar la obesidad y las enfermedades agudas o crónicas asociadas es promover el desarrollo e implementación de programas integrales de control de peso, que a menudo incluyen una combinación de actividad física, dieta e intervención psicológica (Kramer et al., 2011, 2014). Sin embargo, los efectos de estos programas generalmente no son duraderos (Castelnuovo y Simpson, 2011). Según hallazgos recientes, el mantenimiento de la pérdida de peso alcanzada dura solo un corto período de tiempo (Gifford y Lillis, 2009; Cooper et al. 2010; Knäuper et al. 2014).

En general, la disponibilidad, los costos, la adherencia al tratamiento y la eficacia a largo plazo son limitaciones importantes de estas variedades de enfoques (Byrne et al., 2003; Manzoni et al. 2009; Cesa et al. 2013; Castelnuovo et al., 2014). Con frecuencia, los pacientes obesos recuperan aproximadamente el 30% del peso perdido durante el tratamiento dentro del año 1 y, por lo general, vuelven a su peso inicial en los años 3-4 (Castelnuovo et al., 2011). Los tratamientos tradicionales conductuales y cognitivo-conductuales incluidos en intervenciones multidisciplinares, que rara vez se utilizan como programas independientes, a menudo se consideran un estándar de oro para enfrentar la "Globesidad" (Lifshitz y Lifshitz, 2014), que se refiere a la emergencia global de personas con sobrepeso (Deitel, 2002; Avena et al. 2012b; Pietrabissa et al. 2012; Castelnuovo et al., 2014). Sin embargo, los resultados a largo plazo son generalmente pobres (Cooper et al., 2010).

Los programas basados ​​en TCC muestran buenos resultados para la mayoría de la población obesa, ya que promueven estrategias de control, como la ingesta dietética restrictiva, las prescripciones de actividad física y la supresión del pensamiento o la reestructuración cognitiva (Forman et al., 2007, 2013; Cooper et al. 2010). Sin embargo, según la investigación, los resultados de estos programas generalmente no duran mucho tiempo (Foreyt y Poston, 1998; Byrne et al. 2004; Cooper et al. 2010). Los modelos emergentes para evaluar la obesidad ahora apuntan al papel central de la adicción a la comida (FA) para conceptualizar la obesidad no solo como un efecto de un estilo de vida poco saludable sino también como un efecto del papel de los factores psicológicos subyacentes (Riva et al., 2006; Gearhardt y Corbin, 2011; Gearhardt y otros, 2011a,b; Avena et al. 2012a; Boggiano et al. 2014; García-García et al., 2014).

Según estos modelos, el consumo excesivo de alimentos es similar a la adicción a sustancias (Gearhardt et al., 2012). Los comportamientos adictivos ocurren en varias formas, incluyendo comer en exceso (Shaffer et al., 2004). En algunos individuos obesos, los síntomas compulsivos de comer en exceso reflejan signos asociados con otras conductas compulsivas, como las que se observan con adicciones (James et al., 2004; Volkow y sabio, 2005; Volkow y O'Brien, 2007; Gearhardt y otros, 2011a). La evidencia sugiere que un cierto número de personas obesas sin vulnerabilidades metabólicas hereditarias encuentran dificultades significativas para perder peso y signos de FA (Gearhardt et al., 2009, 2012; Davis et al. 2011).

Si bien se recomienda abstenerse de consumir sustancias y alcohol y establecer mecanismos de afrontamiento positivos para las personas con adicción, es imposible abstenerse de comer. Además, el consumo de algunos alimentos está relacionado con modificaciones fisiológicas y psicológicas que generalmente se asocian con la adicción a sustancias, como la abstinencia, la tolerancia, la pérdida de control, los antojos y la impulsividad (Volkow y Wise, 2005). Los alimentos sabrosos pueden activar el sistema de recompensa del cerebro a través de sensores de entrada rápida y resultados post-binging, que resultan en niveles más altos de glucosa en el cerebro y la sangre (Garber y Lustig, 2011). El circuito de recompensa activado por alimentos apetitosos también puede activarse directamente por sustancias psicotrópicas (Di Leone et al., 2012).

La mayoría de los pacientes obesos muestran altos niveles de "antojos de alimentos", que son síntomas similares a la adicción hacia los alimentos. Estos pacientes no responden eficazmente a las intervenciones de pérdida de peso (Avena et al., 2011). Esta condición lleva a un deseo creciente de comer para controlar los sentimientos incómodos y los estados emocionales negativos. La cantidad y el tipo de comida consumida y la forma en que se produce esa alimentación poco saludable varía de una persona a otra (Hill et al., 2014).

A pesar de la ausencia de datos precisos sobre la prevalencia de FA en la población obesa, las intervenciones dirigidas a enfrentar tanto el sobrepeso como la FA, incluidos los elementos de tratamiento similares a la adicción, podrían mostrar mejores resultados en comparación con los tratamientos estándar para la pérdida de peso (Avena et al., 2012a). De acuerdo con estos hallazgos preliminares, pero prometedores, las nuevas fronteras en los tratamientos para perder peso deben considerar el papel de la FA como un factor psicológico fundamental que subyace en las situaciones difíciles de control de peso (Gearhardt y Brownell, 2013; Gearhardt y otros, 2014; Hebebrand et al. 2014; Innamorati et al. 2015), y fomentar intervenciones apropiadas de comportamiento adictivo (Ceccarini et al., 2014).

Diferentes líneas de investigación han investigado elementos relacionados con el control de peso exitoso y no exitoso y han diseñado programas dirigidos a estos factores (Gifford y Lillis, 2009; Lillis et al. 2009; Barnes y Tantleff-Dunn, 2010b; Schuck et al. 2014). Las personas que recuperan el peso perdido anteriormente presentan una gama limitada de habilidades de afrontamiento. De hecho, estos individuos tienden a ser evitativos, impulsivos y, en muchos casos, comen emocionalmente (Avena et al., 2011; Schag et al. 2013). Por otro lado, se ven mejores resultados entre las personas con mayor flexibilidad, aceptación y más compromiso con los hábitos de salud (Gifford y Lillis, 2009).

En su trabajo seminal, Lillis et al. (2009) sugirió abordar tratamientos y recursos que no afecten directamente los antojos o habilidades de afrontamiento o que simplemente se centren en el control del peso, pero que introduzcan un enfoque de aceptación y basado en la atención plena para tratar la obesidad y el sobrepeso. Las habilidades de enseñanza y entrenamiento para abarcar el malestar emocional y los pensamientos difíciles, para reducir la evitación experiencial y para fomentar la persistencia con un comportamiento basado en el valor y orientado al valor, deben representar un progreso significativo para la modificación del comportamiento a largo plazo en varios campos (Lillis et al. , 2011; Weineland et al. 2012).

La terapia de aceptación y compromiso, conocida como ACT, se usa ampliamente para promover estilos de vida saludables y bienestar psicológico en muchos contextos, incluidas las adicciones, las enfermedades cardiovasculares y los trastornos de la alimentación (Prevedini et al., 2011; Weineland et al. 2012; Spatola et al. 2014a,b; A-Tjak et al., 2015). Por ejemplo, la intervención basada en ACT se usó con resultados prometedores para mejorar la tolerancia al ejercicio en mujeres poco activas (Ivanova et al., 2014). El modelo de flexibilidad psicológica, basado en el contextualismo funcional y derivado directamente de la teoría del marco relacional, que es una explicación conductual del lenguaje y la cognición, enfrenta el desafío de la condición humana para promover una mejor adaptación a diferentes contextos de vida. La aplicación clínica de este modelo es una tecnología, ACT, que está en continua revisión y está marcada por un alto nivel de flexibilidad, una gama de aplicaciones clínicas y subclínicas y un fuerte vínculo con la ciencia básica (Gifford y Lillis, 2009; Barnes y Tantleff-Dunn, 2010a).

ACT, establecida en tecnologías y ciencias de la conducta, puede integrar prácticas estándar de oro para mejorar el cumplimiento, fomentar la modificación de la conducta y promover el monitoreo continuo de las conductas objetivo. Además, se necesitan adaptaciones funcionales, y no meramente topográficas, de ACT para fomentar el cambio de comportamiento para tener en cuenta la diversidad sociocultural de diferentes contextos y mejorar la efectividad de las intervenciones para diferentes contextos (Cattivelli et al., 2012a,b; Drossel et al. 2014). El enfoque de los tratamientos basados ​​en la aceptación y la atención plena es aumentar la flexibilidad, no mediante el reemplazo de pensamientos disfuncionales o la introducción de estrategias de control poderosas (p. Ej., Reevaluación cognitiva), sino enseñando al paciente a estar presente y en consonancia con los valores elegidos libremente ( Barnes y Tantleff-Dunn, 2010b).

Enseñar habilidades de aceptación y atención plena para manejar sentimientos y pensamientos difíciles puede ser particularmente útil para aquellos que son inflexibles y que tienden a evitar la angustia emocional (Lillis et al., 2009). ACT ofrece una gama de aplicaciones válidas para el control de la obesidad y el peso, desde la terapia individual hasta la configuración grupal, tanto para pacientes hospitalizados como ambulatorios. Además, ACT ofrece diferentes formas de proporcionar tratamientos, que incluyen consultas telefónicas e intervenciones basadas en la web, con una asignación de recursos altamente eficiente, resultados valiosos y eficiencia. Los hallazgos recientes muestran excelentes resultados en esta área (Bricker et al., 2013; Schuck et al. 2014). La oportunidad de presentar los protocolos basados ​​en la web de ACT para tratar la obesidad es probablemente una innovación válida en la gama de tratamientos para el sobrepeso con respecto a la eficiencia de los recursos y los costos. La literatura reciente sobre el abandono del humo que utiliza un enfoque ACT ha producido importantes resultados e innovaciones en la entrega de contenido (Schuck et al., 2011). La adaptación del contenido para que se pueda compartir libremente y sea flexible en la fase de mantenimiento después de un programa específico o un tratamiento independiente podría ser una innovación significativa en la ciencia del control de peso y podría llegar a diferentes poblaciones para aumentar la influencia social de los programas basados ​​en la aceptación en la promoción de la salud. .

Cambiar la orientación de la topografía a la función, sin apuntar directamente a la angustia psicológica, sino a la disposición para controlar o evitar emociones y pensamientos difíciles, es la característica clave de ACT. El ACT puede ser relevante para tratar el sobrepeso y la obesidad debido a la debilidad a largo plazo de los enfoques más tradicionales (Prevedini et al., 2011). Esta idea concuerda con la literatura sobre adicciones y abuso de sustancias, que sugiere que una forma fundamental de mantener la abstinencia es aumentar la apertura del individuo a las luchas o desencadenantes psicológicos; la literatura sobre el dolor muestra hallazgos similares (Gifford y Lillis, 2009; Lillis et al. 2011; García-García et al., 2014). Por lo tanto, los tratamientos para individuos obesos con altos niveles de AF deben incluir enseñar una mayor tolerancia a la angustia psicológica, aumentar la capacidad de participar en acciones orientadas a los valores y reducir la lucha para controlar emociones y pensamientos difíciles y desarrollar un mejor manejo de la alimentación emocional, por lo tanto fomentando el cambio de comportamiento a largo plazo.

Forman et al. (2007), compararon las estrategias de control utilizando un enfoque de aceptación y atención plena, y encontraron que, en presencia de niveles más altos de antojos de alimentos, los participantes obtuvieron mejores resultados en la condición compatible con ACT. Estos hallazgos preliminares respaldan la introducción de intervenciones basadas en la aceptación y la atención plena en el contexto de las intervenciones multidisciplinares tradicionales para la obesidad, especialmente cuando se dirigen a personas no respondedoras y altamente evitadas (Forman et al., 2007). Una inclusión explícita de FA y medidas de evitación experiencial, en particular para los que no responden a los tratamientos estándar, podría representar un primer paso para las intervenciones personalizadas para individuos que presentan altos niveles de comportamientos evitativos y similares a los de las adicciones.

Por lo tanto, la inclusión de ACT en una intervención multidisciplinaria bien establecida para reemplazar o usar en combinación con la TCC puede fomentar cambios de comportamiento que son consistentes con los hábitos de salud, particularmente para pacientes altamente evitantes (Lillis et al., 2011; Forman et al. 2013; Hawkes et al. 2014). El valor agregado de los tratamientos basados ​​en la aceptación y la atención plena no es un cambio a corto plazo; más bien, produce resultados duraderos. Los documentos recientes se despliegan en esta dirección, mostrando efectos similares a la TCC tradicional al final del tratamiento y mejores resultados a largo plazo en el seguimiento (Weineland et al., 2012; Forman et al. 2013). La identificación de factores psicológicos, en particular FA, puede ayudar a seleccionar individuos que requieren una intervención dirigida a reducir la evitación experiencial y promover la actuación de base de valor, permitiendo así un aumento en la efectividad y la eficiencia de los tratamientos existentes en combinación con el ACT. No existe un consenso claro sobre la existencia de criterios bien definidos ni para FA ni, como se señala en la literatura reciente (Hebebrand et al., 2014), por la adicción a la comida. No obstante, DSM5 parece abrirse a definiciones más amplias de conductas adictivas, incluidos los trastornos no relacionados con sustancias (Hone-Blanchet y Fecteau, 2014; Meule y Gearhardt, 2014; Potenza, 2014). Por lo tanto, el debate sigue abierto, ya que las directrices recientes de la AP australiana (Hay et al., 2014) señalan la necesidad de proporcionar más evidencia que apoye el uso de ACT, u otros tratamientos de evidencia de crecimiento, para una alimentación similar a la adictiva. A pesar de esto, los resultados prometedores en el campo de la obesidad asociados con conductas similares a la adicción hacia los alimentos (Forman et al., 2013) sugieren desarrollar más investigaciones con ACT para los no respondedores obesos, que experimentan altos niveles de antojo de evitación para alimentos sabrosos. Con suerte, en un futuro próximo, la investigación identificará los elementos clave de la adicción recurrente en el campo de la alimentación adictiva y el consumo disfuncional de alimentos, y diseñará intervenciones más personalizadas para enfrentarlos.

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Declaracion de conflicto de interes

Los autores declaran que la investigación se llevó a cabo en ausencia de cualquier relación comercial o financiera que pudiera interpretarse como un posible conflicto de intereses.

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Referencias

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