La prueba del pudín está en la cata: se necesitan datos para probar modelos e hipótesis relacionadas con los comportamientos sexuales compulsivos (2018)

Carta al Editor

Gola, Mateusz, y Marc N. Potenza.

Archives of Sexual Behavior: 1, 3.

Walton, Cantor, Bhullar y Lykins (2017) revisó recientemente el estado del conocimiento sobre la hipersexualidad problemática y presentó un modelo teórico de conductas sexuales compulsivas (CSB). Cabe destacar que su búsqueda bibliográfica se completó en septiembre en 2015 y se han realizado múltiples avances desde entonces. Es importante destacar que, si bien se han enviado múltiples modelos e hipótesis teóricas a lo largo del tiempo con respecto a la CSB y los comportamientos relacionados, muchos modelos e hipótesis aún esperan una evaluación empírica formal. No obstante, estudios recientes han sugerido futuras líneas de investigación para probar formalmente los modelos y las hipótesis propuestas. En esta Carta, nos centramos en algunas de las preguntas planteadas por Walton et al. basado en hallazgos recientes e indique preguntas importantes sin respuesta que justifican la consideración de la investigación para promover el progreso sistemático.

Preguntas sin respuesta

¿Cuál es la prevalencia de CSB?

Walton et al., Similar a otros autores (Carnes, 1991), digamos que la prevalencia estimada de CSB está entre 2 y 6% de la población general adulta. Desafortunadamente, las definiciones sobre lo que constituye CSB siguen siendo objeto de debate, lo que complica las estimaciones precisas de la prevalencia de CSB. Una situación similar existió para el trastorno de los juegos de Internet (IGD) donde las estimaciones de prevalencia variaron ampliamente antes de la introducción de los criterios formales propuestos en la quinta edición de Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5; APA, 2013; Petry y O'Brien, 2013). Además, hasta la fecha no se han publicado datos representativos a nivel nacional para proporcionar estimaciones de CSB, ya que los datos existentes generalmente se basan en muestras de conveniencia (Odlaug et al., 2013). Es muy importante recopilar datos de muestras representativas para comprender la prevalencia (e idealmente el impacto) de CSB en la población general, y cómo puede diferir entre las jurisdicciones y los diferentes grupos (por ejemplo, con respecto a la edad, el género, la cultura). ). Dicha información puede ayudarnos a comprender cómo los factores específicos (por ejemplo, el acceso a la pornografía, los valores o normas culturales, las creencias religiosas) pueden relacionarse con tipos específicos o formas de CSB.

Una pregunta relacionada implica diferencias potenciales entre poblaciones clínicas y subclínicas. Un ejemplo puede relacionarse con la discusión de Walton et al. Sobre el papel de la religiosidad en CSB. Dos estudios (Grubbs, Exline, Pargament, Hook y Carlisle, 2015a; Grubbs, Volk, Exline y Pargament, 2015b) proporcionan apoyo para que la religiosidad y la desaprobación moral del uso de la pornografía puedan contribuir a las autopercepciones de la adicción a la pornografía. Por otro lado, Reid, Carpintero, y Hook (2016) encontraron que la religiosidad no estaba relacionada con las medidas autonotificadas de hipersexualidad. La posible explicación de las aparentes discrepancias puede incluir aspectos metodológicos (por ejemplo, en relación con la forma en que se define y evalúa la CSB), las diferencias en las poblaciones estudiadas u otros factores. Con respecto a los estudios de poblaciones, Grubbs et al. se centró en individuos no clínicos (que no buscan tratamiento), mientras que Reid et al. sujetos evaluados que cumplen con los criterios para el trastorno hipersexual (Kafka, 2010). En nuestro estudio reciente (Gola, Lewczuk y Skorko, 2016a), examinamos si la religiosidad puede contribuir de manera diferente en estas dos poblaciones en Polonia. Usando modelos de ecuaciones estructurales, examinamos las relaciones entre la cantidad de uso de pornografía, los correlatos de salud negativos del uso de pornografía, la religiosidad y el estado de búsqueda de tratamiento para CSB. Recopilamos datos de varones de 132 que buscan tratamiento para el uso de pornografía problemática, remitidos por psicólogos clínicos (y que cumplen con los criterios para la EH), y varones de 437 que usan pornografía de manera regular pero que nunca buscan tratamiento. Encontramos que la religiosidad se asoció con síntomas negativos percibidos por el uso de la pornografía en los varones que no buscaban tratamiento, pero no en los varones que buscaban tratamiento. También observamos que si bien la cantidad de uso de pornografía no predijo estadísticamente el estado de búsqueda de tratamiento, la gravedad de los síntomas negativos relacionados con el uso de pornografía sí lo hizo. Estos hallazgos se observaron a pesar de niveles similares de religiosidad entre las poblaciones que buscan tratamiento y las que no lo buscan (Gola et al., 2016a). Además, los hallazgos pueden diferir para las mujeres, ya que recientemente observamos que la religiosidad y la cantidad de uso de pornografía relacionada con la búsqueda de tratamiento para CSB entre mujeres (Lewczuk, Szmyd, Skorko y Gola, 2017). Estos hallazgos resaltan la importancia de estudiar los temas de CSB de manera informada por género, con consideraciones adicionales que se extienden a las poblaciones cis y transgénero y a los grupos heterosexuales, homosexuales, bisexuales, poliamorosos y otros.

¿Qué datos se necesitan para informar conceptualizaciones de CSB?

Como se describe en otra parte (Kraus, Voon y Potenza, 2016a), hay un número creciente de publicaciones sobre CSB, llegando a más de 11,400 en 2015. No obstante, quedan sin respuesta preguntas fundamentales sobre la conceptualización de CSB (Potenza, Gola, Voon, Kor, & Kraus, 2017). Sería relevante considerar cómo el DSM y el Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD) operan con respecto a los procesos de definición y clasificación. Al hacerlo, creemos que es relevante centrarse en el trastorno del juego (también conocido como juego patológico) y cómo se consideró en el DSM-IV y el DSM-5 (así como en el ICD-10 y el próximo ICD-11). En el DSM-IV, el juego patológico se clasificó como un "Trastorno de control de impulso no clasificado en otra parte". En el DSM-5, se reclasificó como un "Trastorno relacionado con sustancias y adictivo". La justificación de esta reclasificación se basó en los datos existentes apoyando similitudes en múltiples dominios, incluyendo fenomenológico, clínico, genético, neurobiológico, terapéutico y cultural (Petry, 2006; Potenza, 2006), así como las diferencias en estos dominios con respecto a los modelos competidores como la clasificación de espectro obsesivo-compulsivo (Potenza, 2009). Se debe aplicar un enfoque similar a la CSB, que actualmente se está considerando para su inclusión como un trastorno de control de impulsos en la CIE-11 (Grant et al., 2014; Kraus et al. 2018). Sin embargo, existen dudas sobre si la CSB es más similar a los trastornos adictivos que a los otros trastornos de control de impulsos (trastorno explosivo intermitente, cleptomanía y piromanía) propuestos para la CIE-11 (Potenza et al., 2017).

Entre los dominios que pueden sugerir similitudes entre la CSB y los trastornos adictivos se encuentran los estudios de neuroimagen, con varios estudios recientes omitidos por Walton et al. (2017). Los estudios iniciales a menudo examinaban la CSB con respecto a modelos de adicción (revisados ​​en Gola, Wordecha, Marchewka y Sescousse, 2016b; Kraus, Voon y Potenza, 2016b). Un modelo destacado: la teoría de la prominencia de los incentivos (Robinson y Berridge, 1993): Afirma que en las personas con adicciones, las señales asociadas con sustancias de abuso pueden adquirir fuertes valores de incentivo y evocar ansias. Tales reacciones pueden estar relacionadas con activaciones de regiones cerebrales implicadas en el procesamiento de recompensa, incluido el cuerpo estriado ventral. Las tareas que evalúan la reactividad de las señales y el procesamiento de recompensas pueden modificarse para investigar la especificidad de las señales (por ejemplo, monetarias versus eróticas) para grupos específicos (Sescousse, Barbalat, Domenech y Dreher, 2013), y recientemente hemos aplicado esta tarea para estudiar una muestra clínica (Gola et al., 2017). Encontramos que los individuos que buscaban tratamiento para el uso de la pornografía problemática y la masturbación, en comparación con los sujetos de control sanos emparejados (por edad, sexo, ingresos, religiosidad, cantidad de contactos sexuales con la pareja, despertar sexual), mostraron un aumento de la reactividad del estriado ventral para señales eróticas recompensas, pero no para recompensas asociadas y no para señales monetarias y recompensas. Este patrón de reactividad cerebral está en línea con la teoría de la importancia de los incentivos y sugiere que una característica clave de la CSB puede involucrar la reactividad o el deseo inducido por señales inicialmente neutrales asociadas con la actividad sexual y los estímulos sexuales. Datos adicionales sugieren que otros circuitos y mecanismos cerebrales pueden estar involucrados en la CSB, y estos pueden incluir cingulado anterior, hipocampo y amígdala (Banca et al., 2016; Klucken, Wehrum-Osinsky, Schweckendiek, Kruse y Stark, 2016; Voon et al. 2014). Entre estos, hemos planteado la hipótesis de que el circuito de amígdala extendido que se relaciona con una alta reactividad para las amenazas y la ansiedad puede ser particularmente relevante desde el punto de vista clínico (Gola, Miyakoshi y Sescousse, 2015; Gola y Potenza, 2016) basado en la observación de que algunos individuos con LEC presentan altos niveles de ansiedad (Gola et al., 2017) y los síntomas de CSB pueden reducirse junto con la reducción farmacológica de la ansiedad (Gola & Potenza, 2016). Sin embargo, estos estudios actualmente involucran muestras pequeñas y se necesita investigación adicional.

Conclusión

En resumen, resaltamos la importancia de la validación empírica de los modelos de CSB. Se necesita consenso con respecto a la definición de CSB y trastorno de CSB. Si el trastorno CSB se incluye en ICD-11 como se propone actualmente, esto podría proporcionar la base para la investigación sistemática en múltiples dominios. Los estudios neurocientíficos longitudinales bien diseñados y realizados de grupos CSB y no CSB, incluidas las investigaciones que permiten medir la actividad cerebral durante la actividad sexual real, podrían ser muy informativos. Creemos que dichos datos se pueden utilizar para probar y refinar los modelos existentes y permitir la generación de nuevos modelos teóricos desarrollados de forma impulsada por los datos.

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