Acoso cibernético, sexismo, pornografía y sexteo de parejas íntimas en adolescentes: nuevos desafíos para la educación sexual (2021)

COMENTARIOS - Los hallazgos significativos incluyen:

  • Los consumidores de pornografía participaron en más acoso cibernético de sus socios.
  • Los niveles más altos de sexismo hostil y benevolente se correlacionaron con un mayor uso de la pornografía.

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Int J Environ Res Salud Pública. 2021 de febrero de 23; 18 (4): 2181.

Yolanda Rodríguez Castro  1 Rosana Martínez Román  1 Patricia Alonso Ruido  2 Alba Adá-Lameiras  3 María Victoria Carrera Fernández  1

PMID: 33672240

DOI: 10.3390 / ijerph18042181

Resumen

Antecedentes: En el contexto del uso generalizado de tecnologías por parte de los adolescentes, los objetivos de este estudio fueron identificar a los autores del ciberacoso a la pareja íntima (IPCS) en adolescentes; analizar la relación entre IPCS y género, edad, comportamientos de sexting, consumo de pornografía y sexismo ambivalente; e investigar la influencia de las variables de estudio como predictoras de IPCS y determinar su papel moderador.
Métodos: Participaron 993 estudiantes españoles de Educación Secundaria, 535 niñas y 458 niños con una edad media de 15.75 (DT = 1.47). Del total de la muestra, el 70.3% (n = 696) tenía o había tenido pareja.
Resultados: Los niños sextean más, consumen más contenido pornográfico y tienen actitudes sexistas más hostiles y benevolentes que las niñas. Sin embargo, las niñas perpetran más IPCS que los niños. Los resultados de la regresión múltiple jerárquica indican que el sexismo hostil es un predictor de IPCS, así como el efecto combinado de género × pornografía y sexismo benevolente × sexteo.
Conclusiones: es fundamental implementar programas de educación sexual afectiva en las escuelas en las que se incorporen las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) para que los niños y niñas puedan vivir sus relaciones, tanto offline como online, de forma igualitaria y libre de violencia.

1. Introducción

La revolución tecnológica ha llevado al creciente uso de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TIC) por parte de la población adolescente [1], estableciendo así una nueva forma de socializar a través de la esfera virtual [2]. De hecho, algunos adolescentes prefieren la comunicación en línea a la comunicación cara a cara [3]. Por lo tanto, el uso de Internet, las redes sociales y la mensajería instantánea son herramientas que los niños y las niñas utilizan habitualmente en sus relaciones de pareja y de pareja [4,5]. Su creciente impacto en los adolescentes se ha convertido en una de las principales preocupaciones de los educadores e investigadores en los últimos años [6]. Como los adolescentes se encuentran en una etapa de desarrollo crucial en sus vidas en la que se experimentan nuevas formas de relaciones interpersonales y afectivas, como el enamoramiento, surgen nuevos intereses y necesidades, así como las primeras relaciones, y también, las primeras relaciones sexuales. [7].
Los estudios han identificado la esfera virtual como un nuevo espacio que transmite muchas situaciones violentas tanto en el grupo de pares [8] y en las relaciones de pareja [9]. Así, el uso de las TIC por parte de los adolescentes a través de aplicaciones en línea, videojuegos, etc., debe considerarse útil para prevenir la violencia y, específicamente, la violencia de pareja [10]. Siguiendo la revisión realizada por Navarro-Pérez et al. [11] sobre herramientas de intervención basadas en las TIC, destacan para la prevención e intervención de la Violencia en el noviazgo adolescente (TDV): Programa Teen Choices [12]; DetectarAmor [13] y otras aplicaciones móviles con un alto nivel de efectividad como la app Liad@s [11,14], de carácter lúdico y educativo, que tiene como objetivo ayudar a los adolescentes a tener relaciones de pareja igualitarias y no tóxicas, e implica tener actitudes menos sexistas, identificar mitos sobre el amor y reducir situaciones de violencia en sus relaciones.

1.1. Acoso cibernético de pareja íntima en adolescentes

El ciberacoso tiene sus raíces en el acoso o el acoso tradicional. Se define como un tipo de práctica digital en la que el agresor ejerce un dominio sobre la víctima o víctimas a través de la intrusión en su vida íntima. Esta intrusión es repetitiva, disruptiva y se realiza en contra de la voluntad de la víctima [15]. Este acoso incluye acusaciones falsas, vigilancia, amenazas, robo de identidad, mensajes insultantes, etc., que generan miedo en las víctimas [15]. Los primeros episodios de ciberacoso ocurren entre los 12 y los 17 años [16]. La conceptualización del ciberacoso con la pareja íntima (IPCS) tiene un marcado carácter afectivo y / o sexual [15], ya que es probable que sea perpetrado contra la pareja o sea una estrategia de acercamiento hacia la expareja [17,18]. El IPCS se considera una forma de violencia de género en los jóvenes, porque engloba aquellas conductas que, a través de medios digitales, apuntan a la dominación, la discriminación y, en última instancia, al abuso del poder donde el acosador tiene o ha tenido algún tipo y / o relación sexual con la persona acosada [15]. Los estudios que se han centrado en el IPCS en adolescentes indican que los comportamientos más comunes suelen ser el control en línea, el seguimiento de la pareja en línea o la vigilancia en línea [19,20], conceptos que a veces se utilizan indistintamente en diversos estudios [21,22]. Sin embargo, el control en línea es un comportamiento más serio que la vigilancia en línea o el monitoreo en línea. La vigilancia online o el seguimiento online se basa en la observación o seguimiento minucioso de la pareja o expareja para obtener información por desconfianza e inseguridad [23], (p. ej., "obtengo mucha información sobre las actividades y amistades de mi pareja al mirar sus páginas de redes sociales"), pero el control es ir un paso más allá, porque el propósito es dominar y administrar la vida de la pareja o expareja (p. ej., "Le pedí a mi pareja que elimine o bloquee a ciertas personas de sus contactos [teléfono o redes sociales], porque no me agradaba la persona, o lo hice yo mismo [eliminado / bloqueó a la persona ”]) [24]. La pareja suele ser consciente del control que sufren por parte de su novio o novia, a diferencia de la vigilancia, que es más cautelosa [24,25]. Así, estudios internacionales identifican que entre el 42 y el 49.9% de los adolescentes suelen comprobar si la pareja está online en las redes sociales o en aplicaciones de mensajería instantánea [26,27], entre el 19.5 y el 48.8% de los adolescentes envían mensajes constantes o exagerados para saber dónde está su pareja, qué están haciendo o con quién está su pareja [27,28], y entre el 32.6 y el 45% de los adolescentes controlan con quién habla su pareja y con quién son amigos [26,28]. Los estudios cualitativos también muestran que los adolescentes reconocen abiertamente que a menudo revisan constantemente el móvil de su pareja [25,29], que comparten sus contraseñas como señal de compromiso y confianza, y que a menudo crean perfiles falsos en las redes sociales para controlar a sus socios [19,30]. Estos comportamientos de control online muestran que los adolescentes los consideran apropiados o aceptables, es decir, estos comportamientos de IPCS están normalizados y los adolescentes incluso tienden a justificarlos [19,25].
En cuanto a las tasas de prevalencia de perpetración de IPCS en adolescentes, los estudios internacionales muestran una gran variabilidad en el perpetrador. Los primeros estudios identificaron a los niños como los agresores más frecuentes de IPCS [31,32]. Sin embargo, los estudios más recientes indican que los agresores del IPCS son niñas que tienden con mayor frecuencia a controlar y monitorear a sus parejas afectivas en línea [25,27,30]. En este sentido, los estudios argumentan que los niños tienden a involucrarse más en amenazas digitales y presionar a su pareja, especialmente cuando quieren tener relaciones sexuales; Considerando que las niñas se involucran más en comportamientos de control para ganar intimidad y exclusividad en su relación [2,30] o incluso para preservar su relación [31].
En España, el estudio del IPCS en adolescentes es todavía una línea de investigación incipiente. Las pocas investigaciones existentes no identifican al autor del IPCS. Existe una gran variabilidad en las tasas de prevalencia de IPCS; entre el 10% [33,34] y 83.5% [35,36] de los adolescentes admiten que controlan y monitorean a sus parejas en línea. En cuanto a frecuencia, según el estudio de Donoso, Rubio y Vilà [37], El 27% de los adolescentes afirman que en ocasiones controlan a su pareja y el 14% a veces inspecciona el móvil de la pareja. De hecho, el 12.9% de los adolescentes le pide a su pareja que les envíe un mensaje de texto para informar dónde están cada minuto [38]. En este sentido, el estudio de Rodríguez-Castro et al. [4] muestra que comportamientos como “controlar el momento de la última conexión” son comunes en las relaciones de pareja de los adolescentes, sin que identifiquen estos comportamientos como negativos. Por tanto, uno de los objetivos de este estudio es evaluar la tasa de prevalencia de IPCS, identificando al agresor.

1.2. Cyberstalkxing de pareja íntima en adolescentes

Con el fin de profundizar en nuestro conocimiento del fenómeno IPCS en adolescentes, luego de revisar la literatura existente, otros objetivos de este estudio fueron verificar la relación entre IPCS y variables como sexismo ambivalente, conductas de sexting y consumo de pornografía, así como predecir qué variables explican mejor el IPCS.

1.2.1. Sexismo e IPCS

Nos basamos en la teoría del sexismo ambivalente [39], que describe el sexismo ambivalente como un constructo bidimensional formado por actitudes hostiles y benevolentes. Ambos sexismos funcionan como ideologías complementarias y como sistema de recompensa y castigo. El sexismo hostil, con tono negativo, considera a las mujeres inferiores a los hombres. Ese sexismo hostil se aplica como castigo a las mujeres que no cumplen los roles tradicionales de esposa, madre y cuidadora [40] En cambio, el sexismo benevolente, con tono positivo-afectivo, considera a las mujeres como diferentes y, como tal, es necesario cuidarlas y protegerlas, por lo que las mujeres tradicionales son recompensadas con sexismo benevolente [41].
Como muestran los estudios nacionales e internacionales, los adolescentes presentan actitudes sexistas ambivalentes, y los niños tienen actitudes sexistas más hostiles y benevolentes que las niñas [42,43]. Además, los adolescentes más sexistas muestran actitudes más positivas hacia la violencia de pareja íntima [44]. De hecho, los estudios muestran que tanto el sexismo hostil [45] y sexismo benevolente [46,47] ayudan a explicar la violencia de pareja íntima tanto en jóvenes como en adultos [48,49].
En el espacio en línea, los jóvenes han encontrado una nueva forma de reproducir y perpetuar el sexismo [50]. Aunque hemos encontrado pocos estudios que vinculen específicamente el IPCS en adolescentes con actitudes sexistas, podemos destacar el reciente estudio de Cava et al. [33], que identificó el sexismo hostil y la violencia relacional como predictores de estrategias de cibercontrol en los niños, mientras que los mitos del amor romántico y la violencia verbal en la relación fueron los principales predictores de cibercontrol en las niñas.

1.2.2. Sexting y IPCS

El intercambio de contenido erótico / sexual e íntimo como mensajes de texto, fotos y / o vídeos a través de las redes sociales u otros recursos electrónicos — sexting — es una realidad normalizada en las relaciones de los adolescentes tanto dentro como fuera de España [4,27]. Así, las cifras apuntan a un rango de prevalencia de conductas de sexting entre 14.4 y 61% para los adolescentes, tanto en el contexto internacional como nacional [51,52].
Los comportamientos de sexting son parte de las estrategias de violencia de pareja realizadas a través de la sextorsión [53]. La sextorsión consiste en chantajear a una persona mediante una imagen íntima de sí misma que ha compartido a través de Internet a través del sexting. El propósito de este chantaje suele ser el dominio de la voluntad de la víctima [53]. De hecho, las conductas de sexting por coacción de la pareja se han convertido en una de las principales razones de la participación de los jóvenes en esta conducta, especialmente las niñas [6]. Investigaciones recientes apuntan a la relación entre las prácticas de sexteo en adolescentes y la violencia de pareja íntima [54] pero también, más específicamente, estrategias de control cibernético en las relaciones de pareja [55], tendencia reproducida en estudios españoles, que muestran cómo las prácticas de sexting en la pareja están ligadas a la perpetración del ciberacoso [56,57]. Por lo tanto, las niñas que practican el sexteo con sus parejas suelen tener más probabilidades de sufrir algún tipo de ciberacoso en su relación [57].

1.2.3. Consumo de pornografía e IPCS

La pornografía convencional se ha convertido en una herramienta social crucial para la perpetuación del sistema patriarcal porque ayuda a moldear la sexualidad de las mujeres desde el punto de vista del interés propio de los hombres. A través de él se reproduce la jerarquía patriarcal, confirmando la atribución de un carácter pasivo y silenciado a las mujeres y un carácter activo a los hombres [58]. A través de su libre acceso a las TIC, nuestros jóvenes se han convertido en consumidores de contenido pornográfico. Estudios nacionales e internacionales establecen la prevalencia del consumo de pornografía entre 27 y 70.3% [59,60,61,62], siendo los niños más pornófilos que las niñas [63,64]. El rango de edad de iniciación en el consumo de pornografía es de 12 a 17 años [61,64], aunque algunos estudios indican que los niños acceden a la pornografía a edades cada vez más tempranas, situando el primer visionado a los 8 años [60].
Como Cobo [58] afirma, el núcleo de la pornografía entrelaza el placer masculino, la dominación y la violencia. Los adolescentes reconocen que la pornografía es violenta y el 54% incluso admite haber sido influenciado por ella en sus experiencias sexuales personales [61]. De hecho, se ha descubierto que los niños que realizan conductas coercitivas y abusos sexuales contra su pareja suelen ver contenido pornográfico [64]. Sin embargo, no hemos encontrado ningún estudio que relacione directamente el consumo de pornografía con IPCS.
Teniendo en cuenta este nuevo contexto en el que se socializan nuestros jóvenes adolescentes, el objetivo de este estudio fue triple: I. Identificar a los perpetradores de IPCS en la población adolescente; II. Analizar la relación entre IPCS y género, edad, comportamientos de sexting, consumo de pornografía y sexismo ambivalente; y III. Investigar la influencia de las variables (género, edad, comportamientos de sexting, consumo de pornografía y sexismo ambivalente) como predictores de IPCS en la población adolescente.

2. Materiales y métodos

2.1. Participantes

Los participantes fueron 993 estudiantes españoles de Educación Secundaria; 535 niñas (53.9%) y 458 niños (46.1%). La edad de los participantes osciló entre 13 y 19 años, con una edad media de 15.75 años (DE = 1.47). Un criterio de selección de este estudio fue tener pareja en la actualidad o haber tenido una en el pasado durante al menos seis meses. En este caso, encontramos que del total de la muestra, el 70.3% (n = 696) tenía un compañero en el momento de completar los cuestionarios o había tenido uno en el pasado.

2.2. Instrumentos

Para este estudio se utilizó un cuestionario ad hoc. El cuestionario constaba de los siguientes ítems y escalas:

2.2.1. Preguntas demográficas

Los participantes indicaron su sexo y edad.

2.2.2. Comportamiento de sexteo

Para identificar los comportamientos de sexteo, incluimos la siguiente pregunta [65]: ¿Alguna vez has enviado fotos / videos o mensajes de texto sexualmente sugerentes de ti mismo? (1 = no, 2 = sí).

2.2.3. Consumo de pornografía

Para identificar el consumo de pornografía por parte de los adolescentes, incluimos la siguiente pregunta: ¿Alguna vez buscó y / o vio contenido pornográfico en Internet? (1 = no, 2 = sí).

2.2.4. Inventario de sexismo ambivalente en adolescentes (ISA)

La ISA [66] (basado en la Escala de sexismo ambivalente hacia las mujeres [40]) consta de 20 ítems que miden el nivel de sexismo ambivalente de los adolescentes: 10 ítems miden el sexismo hostil y los 10 ítems restantes miden el sexismo benevolente. La escala de respuesta es una escala tipo Likert que va de 1 (muy en desacuerdo) a 6 (muy de acuerdo). Los puntajes más altos indican niveles más altos de sexismo hostil y benevolente. El alfa de Cronbach obtenido en este estudio en la subescala de Sexismo Hostil fue de 0.86 y en la subescala de Sexismo Benevolente fue de 0.85.

2.2.5. La escala de acoso cibernético de pareja íntima (escala IPCS)

Esta escala fue desarrollada "para medir comportamientos específicos de ciberacoso dentro de una relación íntima" (p. 392) [24]. Algunos ejemplos de elementos incluyen "He comprobado el historial de teléfono / computadora de mi pareja para ver qué ha estado haciendo", "Intento controlar el comportamiento de mi pareja a través de las redes sociales" y "He usado o he considerado usar aplicaciones de teléfono para realizar un seguimiento de las actividades de mi pareja ”. Esta escala consta de 21 ítems calificados en un formato de respuesta tipo Likert que va de 1 (muy en desacuerdo) a 5 (muy de acuerdo). Las puntuaciones más altas indican una mayor participación en el comportamiento de IPCS. El alfa de Cronbach obtenido en este estudio fue de 0.91.

2.3. Procedimientos

Se obtuvo la aprobación ética del Programa de Doctorado del Comité de Ética en Ciencias de la Educación y el Comportamiento antes de la recopilación de datos. De un total de 20 centros de Educación Secundaria públicos y laicos de una provincia del norte de España, seleccionamos aleatoriamente 10 centros para participar en este estudio y, dentro de cada centro, seleccionamos las aulas de 2o ciclo de Educación Secundaria Obligatoria y Bachillerato ( Educación Secundaria No Obligatoria). El proceso de recogida de datos se llevó a cabo durante el curso escolar 2018/2019. Los cuestionarios se aplicaron en las escuelas durante el horario escolar regular. El tiempo medio de administración fue de 25 min. Se recibió el consentimiento informado pasivo para la administración de los cuestionarios, es decir, la autorización de la comunidad académica (directores y tutores).

2.4. Análisis

Los siguientes análisis se realizaron con el programa IBM SPSS v.21 (Centro IBM, Madrid, España): primero, los análisis descriptivos: la media (M) y desviación estándar (SD) se calcularon con Student's t-Prueba en función del género para las variables y escalas estudiadas. Cohen's d También se utilizó para evaluar la fuerza de la f2 tamaño del efecto, en el que 0.02 se considera pequeño, 0.15 se considera moderado y 0.35 se considera grande. En segundo lugar, los coeficientes de correlación bivariados de Pearson (r) entre las escalas / subescalas y se calcularon las variables. En tercer lugar, se utilizó la regresión lineal jerárquica para probar el modelo de regresión y los efectos de interacción. La variable predictora fue IPCS. Las variables género, edad, comportamiento de sexteo y consumo de pornografía se ingresaron en el Paso 1 del modelo de regresión; a continuación, se ingresaron sexismo hostil y sexismo benevolente en el Paso 2. Los términos de interacción (Predictor x Predictor) se ingresaron en el Paso 3 del modelo para probar las interacciones entre combinaciones de variables del estudio. Coeficientes beta (β) y de Student t-La prueba indicó la proporción del efecto único contribuido por cada variable predictora. El coeficiente de determinación (R2), coeficiente ajustado (ΔR2), ANOVA (F), o p-Se utilizaron valores para examinar los efectos significativos en el modelo de regresión.

3. Resultados

Primero, comparamos las diferencias en los medios de IPCS, el comportamiento de sexting, el consumo de pornografía y el sexismo hostil y benevolente en función del género. Como se puede observar en Tabla 1, hubo diferencias significativas en todas las escalas / subescalas, con un tamaño de efecto variable. Los varones realizaron la mayoría de las conductas de sexteo (t = 8.07, p <0.001, d = 0.61), consumió más contenido pornográfico (t = 11.19, p <0.001, d = 0.84), eran sexistas más hostiles (t = 6.89, p <0.001, d = 0.52), y también fueron sexistas más benevolentes (t = 3.97, p <0.001, d = 0.30) que sus compañeras de clase. Sin embargo, las niñas perpetraron más IPCS que los niños.
Tabla 1. Diferencias en las medias de las escalas / subescalas por género.
Todas las correlaciones bivariadas entre las escalas y subescalas del estudio (ver Tabla 2) fueron significativos. Se encontró que el género estaba relacionado positivamente con IPCS (r = 0.10, p <0.01) y negativamente al sexismo hostil (r = −0.2510, p <0.001), sexismo benevolente (r = −0.15, p <0.001), comportamientos de sexting (r = −0.29, p <0.001) y consumo de pornografía (r = −0.38, p <0.001). Es decir, las niñas llevaron a cabo más conductas de acoso cibernético hacia sus parejas, mientras que los niños fueron los sexistas más hostiles y benevolentes que realizaron más sexting y consumieron más contenido pornográfico.
Tabla 2. Correlaciones de Pearson entre las distintas escalas / subescalas.
También se encontró que el IPCS se correlacionó positivamente con el sexismo hostil (r = 0.32, p <0.01), sexismo benevolente (r = 0.39, p <0.01), comportamientos de sexteo (r = 0.32, p <0.01) y consumo de pornografía (r = 0.33, p <0.01). Es decir, las personas con un IPCS alto tenían un mayor nivel de sexismo hostil y benevolente, practicaban más sexting y consumían más contenido pornográfico.
Además, los comportamientos de sexteo y el consumo de pornografía se correlacionaron positivamente con la edad (r = 0.10, p <0.01; r = 0.11, p <0.01), sexismo hostil (r = 0.33, p <0.01; r = 0.36, p <0.01), sexismo benevolente (r = 0.32, p <0.01; r = 0.34, p <0.01) y IPCS (r = 0.32, p <0.01; r = 0.33, p <0.01) mientras que se correlacionaron negativamente con el género (r = −0.29, p <0.001; r = −0.38, p <0.001). Es decir, las personas que realizaban más sexting y consumían más pornografía eran mayores, las más sexistas (hostiles y benevolentes) y realizaban el mayor acoso cibernético de su pareja; Además, los niños practicaron más sexting y consumieron más pornografía. También se obtuvo una correlación positiva y fuerte entre el sexting y el consumo de pornografía (r = 0.64, p <0.01), por lo que aquellos que vieron más contenido pornográfico también fueron más activos en los comportamientos de sexteo.
A continuación, se probó el modelo de regresión utilizando regresión múltiple jerárquica para comparar la fuerza de las estimaciones de predicción de las variables (género, edad, sexting y consumo de pornografía de los participantes) para IPCS (ver Tabla 3). Las tres variables se ingresaron en el Paso 1 del análisis, lo que representa un significativo 20.3% de la varianza en IPCS.
Tabla 3. Análisis de regresión lineal jerárquica que predice el acoso cibernético de la pareja íntima.
En el Paso 2, las dos variables predictoras (sexismo hostil y benevolente) se ingresaron en el análisis de regresión, lo que representó un total del 29.5% de la varianza en el modelo en su conjunto. La adición de las variables predictoras representó un 9.2% adicional de la varianza en IPCS, ΔR2 = 0.092, F (2, 674) = 46.90, p <0.001. En el modelo final, el sexismo hostil (β = 0.12, t = 2.83, p = 0.01)) fue significativo.
Los términos de interacción bidireccional entre Género × Consumo de pornografía y Sexismo benevolente × Sexting se ingresaron de forma independiente en el Paso 3 del modelo utilizando una variable de interacción (Predictor × Predictor). Dos predictores en el efecto combinado de género × consumo de pornografía (β = 0.34, t = 2.01, p = 0.001) y Sexismo benevolente × Sexting (β = 0.15, t = 1.69, p = 0.01) fueron significativas. Todas las demás combinaciones de interacciones no fueron significativas.
Para aclarar el significado de estas dos interacciones significativas de la regresión jerárquica, se realizó un análisis detallado de las puntuaciones medias en la escala IPCS obtenidas por cada uno de los grupos en cada una de las interacciones. Estas puntuaciones medias para cada grupo se presentan en Figura 1 y XNUMX y Figura 2 y XNUMX.
Figura 1. Efecto moderador del sexismo benevolente (BS) entre el comportamiento de sexting y el acoso cibernético de la pareja íntima.
Figura 2. Efecto moderador del género en el consumo de pornografía y el acoso cibernético de la pareja íntima.
Como se muestra en Figura 1 y XNUMX, comparamos las puntuaciones medias en pares con una t-prueba. Estas comparaciones indicaron que los estudiantes con un alto nivel de sexismo benevolente realizaron más conductas IPCS que aquellos con un bajo nivel de sexismo benévolo, ambos entre los que no practicaron sexting (t = −3.45, p <0.001) y los que practicaron sexting (t = −6.29, p <0.001). Asimismo, los estudiantes que practicaron sexting puntuaron más alto en IPCS que los que no lo practicaron, tanto entre aquellos con alto sexismo benevolente (t = −4.92, p <0.001) y aquellos con sexismo benévolo bajo (t = −2.56, p <0.001). Por lo tanto, los estudiantes sexistas benevolentes que llevaron a cabo comportamientos de sexteo obtuvieron puntuaciones más altas en IPCS que todos los demás grupos (que no practicaron sexting). Por lo tanto, los resultados indican que la relación entre las prácticas de sexting y la perpetración de IPCS fue moderada por el nivel de sexismo benevolente.
De manera similar, comparamos las puntuaciones medias utilizando t-pruebas en Figura 2 y XNUMX. Observamos que las niñas obtuvieron puntajes más altos para IPCS que los niños, ambos entre aquellos que no consumieron contenido pornográfico (t = −7.32, p <0.001) y los que lo consumieron (t = −5.77, p <0.001). Además, los estudiantes que consumieron contenido pornográfico, ya fueran niños (t = −9.70, p <0.001) o niñas (t = −9.80, p <0.001), realizaron más comportamientos IPCS que aquellos que no consumieron pornografía. Además, las niñas que consumieron contenido pornográfico obtuvieron puntajes más altos que todos los demás grupos en IPCS. Por lo tanto, los resultados indican que la relación significativa entre el consumo de pornografía y el IPCS fue moderada por género.

4. Discusión

Numerosos estudios han demostrado la influencia de variables aisladas como el género [24], rasgos de personalidad [18], sexismo [67,68], creencias sobre el amor [68], sextear [57], o el consumo de pornografía [69] sobre violencia o ciberviolencia en las relaciones de pareja, aunque principalmente en población adulta y estudiantes universitarios. Hasta donde sabemos, ningún estudio ha combinado las variables de este estudio y ha aclarado su efecto moderador en los adolescentes con respecto a la IPCS.
Inicialmente, este estudio analizó la prevalencia de IPCS en adolescentes en función del género. Aunque se obtuvieron medias bajas en IPCS, las adolescentes afirmaron realizar más conductas de ciberacoso hacia sus parejas y también afirmaron que reproducirían estas conductas de acoso online si tuvieran algún tipo de sospecha sobre su pareja. Estos resultados están en consonancia con las normas internacionales [27,30] y nacional [4,57] estudios que muestran que las niñas realizan un mayor control cibernético de sus parejas. Estos resultados muestran un punto de inflexión en el perfil del agresor del cibercontrol en las parejas cuando se compara con la violencia de género tradicional en la adolescencia cuando los chicos eran los principales agresores [31,70]. Ahora, las chicas agredieron más que los chicos.
Otros resultados interesantes de este estudio en línea con estudios internacionales y nacionales es que los niños realizan más conductas de sexting que las niñas [63,65,71] y también consumen más contenido pornográfico en comparación con las niñas [60,64]. También encontramos que los niños y niñas mayores practican la mayor cantidad de sexteo [65] y consumen más contenido pornográfico en Internet [60,61]. Como muestran nuestros resultados, el consumo de pornografía y el sexteo están fuertemente relacionados, de modo que cuanto más contenido pornográfico consumen los niños y las niñas, más comportamientos de sexting realizan. Aunque pocos estudios exploraron esta asociación, el estudio de Stanley et al. [64], que involucra a adolescentes de cinco países europeos, también demuestra este fuerte vínculo. La investigación de Romito y Beltramini [72] llegó a conceptualizar el sexteo como un medio a través del cual los adolescentes producían su propio contenido pornográfico que luego enviaban a otros.
Nuestros resultados muestran que los adolescentes continúan presentando actitudes sexistas. Los niños también tienen niveles más altos de sexismo ambivalente (hostil y benevolente) que las niñas. Sin embargo, las mayores diferencias se refieren al sexismo hostil. Estos resultados coinciden con numerosos estudios [42,47]. También es interesante notar que, a pesar de las diferencias en función de género, tanto niños como niñas incrementaron su nivel de sexismo más sutil (benevolente), que por su tono positivo-afectivo enmascara situaciones de discriminación contra la mujer, provocando muchas los jóvenes no puedan identificarlo. También encontramos que tanto el sexismo hostil como el benévolo estaban relacionados positivamente con el consumo de pornografía y el comportamiento de sexteo. Por lo tanto, los niños y niñas con actitudes más sexistas consumieron la mayor cantidad de contenido pornográfico y realizaron más comportamientos de sexting.
Cuando examinamos la relación entre IPCS y comportamientos de sexteo, consumo de pornografía y sexismo ambivalente, encontramos que IPCS estaba relacionado positivamente con cada uno de ellos. Así, los niños y niñas que ejercían un mayor control cibernético de sus parejas eran más sexistas (hostiles y benevolentes), realizaban más conductas de sexteo y también consumían más contenido pornográfico. Diversos estudios consideran el sexismo, especialmente el sexismo hostil, como predictor de violencia o ciberviolencia en la pareja [33,73]. La literatura internacional también vincula las prácticas de sexteo con el ciberacoso en parejas [6], pero este es el primer estudio que relaciona todas estas variables.
Finalmente, nuestro enfoque fue determinar la influencia del género, la edad, el comportamiento de sexting, el consumo de pornografía y el sexismo ambivalente como predictores de IPCS, así como confirmar su papel moderador en los adolescentes. Este es el primer estudio que examina la combinación de estas variables. Los resultados obtenidos identificaron sexismo hostil e interacciones que combinan el efecto del género y el consumo de pornografía y el efecto del sexismo benevolente con sexting como predictores de IPCS. Se vuelve a confirmar que el nivel de sexismo hostil se ha convertido en una variable clave que predice el control online de la pareja. Por lo tanto, los adolescentes sexistas más hostiles tienen más probabilidades de realizar comportamientos IPCS. En este caso, el género y el nivel de sexismo benevolente modulan el comportamiento de acoso cibernético en la pareja. Por lo tanto, nuestros resultados muestran que las chicas que consumían más contenido pornográfico acosaban más a su pareja por Internet. Además, los niños y niñas sexistas más benevolentes que realizaban más conductas de sexteo tendían a monitorear más a su pareja en el ciberespacio.
Estos resultados nos animan a dar un paso más y reflexionar sobre por qué los adolescentes sexistas más benévolos realizan más sexting y también ciber-monitorean más a sus parejas, y por qué las niñas, mayores consumidoras de pornografía, se involucran más en el ciberacoso en sus relaciones que los niños. Es evidente que el escenario digital se ha convertido en un nuevo espacio para perpetrar violencia a través del control y vigilancia online de la pareja [2]. Aunque tanto los niños como las niñas admitieron controlar a su pareja en el espacio virtual, encontramos que las niñas monitoreaban más cibernéticamente a su pareja y también consumían más contenido pornográfico. Al mismo tiempo, los adolescentes masculinos y femeninos con actitudes ambivalentes (hostiles y benevolentes), siendo los niños más sexistas y realizando más sexting [65] —Ciber-monitorea a su pareja.
Dados estos resultados, la explicación más plausible radica en la socialización diferencial. Tanto los niños como las niñas reciben una educación basada en estereotipos de género [74]. Así, los niños son educados como un “yo autónomo”, enfatizando la independencia, el poder y orientados hacia la competitividad. Las niñas son educadas en la ética del cuidado, la emocionalidad y la dependencia, y construyen su identidad a partir de un “yo en relación” con los demás, en el compromiso con la pareja, otorgando al amor un lugar central en su vida [75,76]. Esto hace que las niñas anhelen tener una pareja porque les da una sensación de seguridad y una posición, reconocimiento social y protección dentro del grupo de pares [77]. Por lo tanto, las adolescentes reconocen claramente el valor de “ser la novia de alguien” y temen perder “la condición de novia” en el grupo de pares [77] (pág. 208). Esto muestra que las relaciones aún están condicionadas por el patriarcado y una concepción de la sexualidad androcéntrica que implica que las niñas “sin pareja” pueden ser atacadas, rechazadas o ignoradas por el grupo de pares [77]. Por un lado, el miedo a perder a su pareja posiblemente empuje a las niñas a convertirse en consumidoras de contenido pornográfico, con el fin de reproducir su total dedicación al deseo del hombre en sus prácticas sexuales. Por otro lado, la dependencia emocional de su pareja, sumada a los celos y la desconfianza, hace que la violencia se materialice a través de su cibercontrol [4,19,30,53]. De hecho, tanto los niños como las niñas consideran que el control cibernético es inofensivo, no una forma de violencia, e incluso pueden considerarlo como un juego [25]. Por lo tanto, ven el comportamiento controlador como una forma de expresar amor, cuidado y afecto hacia la pareja y también como una herramienta “eficaz” para mantener su relación de pareja [24,31]. Por ello, es necesario dotar a nuestros jóvenes de las herramientas necesarias para desmitificar estos cibercomportamientos que han normalizado en sus relaciones.
La principal limitación de este estudio está relacionada con la muestra, la cual estuvo conformada por estudiantes de Educación Secundaria de centros educativos públicos y laicos, descartándose estudiantes del mismo nivel educativo que estuvieran matriculados en escuelas privadas y religiosas. También sería interesante incorporar nuevas variables relacionadas con la posesión y uso de tecnologías y también incluir escalas de ciberviolencia en la pareja que puedan detectar específicamente determinados comportamientos como el control, los celos online, las amenazas, entre otros. En el futuro, la profundización del estudio del acoso cibernético en la población adolescente debe abordarse desde una perspectiva cualitativa en la que los niños y niñas discutan en sus propias palabras sus creencias, actitudes y comportamientos sobre el acoso cibernético en sus relaciones.

5. Conclusiones

En relación a los resultados obtenidos con adolescentes que presentan actitudes sexistas, consumen pornografía, practican sexting y llevan a cabo conductas de cibermonitoreo de la pareja, destacando la mayor participación de las niñas en este tipo de violencia, nos encontramos ante la necesidad Formar a los adolescentes en el campo de la educación afectivo-sexual. En España, la actual Ley Orgánica de Mejora de la Calidad Educativa [78] mantiene formalmente el valor de la libertad y la tolerancia para promover el respeto y la igualdad, aunque, a nivel práctico, fue un retroceso porque eliminó las asignaturas académicas para abordar los contenidos de la educación sexual [79].
En España, el modelo de educación sexual más extendido está anclado en un modelo moral / conservador que demoniza la sexualidad y un modelo de riesgo / prevención que utiliza el miedo y la enfermedad como claves de aprendizaje. Ambos modelos reproducen la visión tradicional, sexista y heteronormativa de las relaciones afectivo-sexuales [80]. El propósito de la educación sexual debe ser crear un modelo de sexualidad liberadora, crítica y emancipadora; para ello es necesario contar con una adecuada formación sexual integral [81].
Como muestran los resultados de este estudio, no podemos olvidar que el contexto en el que viven actualmente los jóvenes ha cambiado drásticamente [82]. Así, con la incorporación de las TIC -Internet, redes sociales, etc.- por un lado, se abre un espacio a nuevas oportunidades para la promoción de la salud sexual y reproductiva, pero, por otro lado, también surgen nuevos fenómenos. (como el sexteo, el ciber-monitoreo, etc.) que pueden hacer vulnerables a los adolescentes [25,65]. Por tanto, las TIC, que han favorecido la dispersión de información, se han convertido en formadoras de opinión de la población más joven [83], y un poderoso transmisor de mensajes, muchos de ellos erróneos o sesgados, sobre la sexualidad, y enfocados específicamente en cómo deben ser las relaciones sexuales entre hombres y mujeres [79]. La pornografía es el principal vehículo para transmitir una conceptualización de la sexualidad androcéntrica y violenta para los más jóvenes [58]. El impacto creciente de su consumo influye en sus relaciones, introduciendo ciertos niveles de violencia en las prácticas sexuales y consolidando el imaginario patriarcal de la desigualdad entre hombres y mujeres [60], colocando el placer masculino en el centro y relegando el placer femenino [58].
En definitiva, es fundamental implementar programas de educación sexual en las escuelas que incorporen las TIC para su uso seguro y responsable [84]. Diversos estudios han probado la alta efectividad de herramientas didácticas en versión 4.0 (materiales audiovisuales, aplicaciones telefónicas, etc.) enfocadas a la prevención de la violencia de género, que están al servicio de la comunidad educativa (educadores, madres / padres, y estudiantes) [10], como la aplicación móvil Liad@s para trabajar desde una perspectiva lúdica aspectos tan importantes como el sexismo ambivalente (hostil y benévolo), los mitos sobre el amor y las relaciones igualitarias [10,11]. Los programas de educación sexual deben integrarse en el plan de estudios en todos los niveles de educación como una asignatura más [79], abordando contenidos esenciales como: identidad corporal, identidad de género (sexismo, estereotipos de género, orientación sexual, etc.), autoestima y autoconcepto, emociones, relaciones socioafectivas igualitarias (amor, enamoramiento, amistad, etc.) ), comportamiento sexual y salud sexual [85] y confiando en las diversas herramientas TIC que combinan aprendizaje, motivación y diversión [14]. Solo así el sistema educativo actual podrá dar respuesta a estas nuevas realidades sociales generadas tanto online como offline para permitir que los niños y niñas vivan y expresen sus relaciones interpersonales y de pareja de manera igualitaria y libre de violencia.