Ratas de juego y adicción al juego: conciliación del papel de la dopamina en la irracionalidad (2013)

Guillaume Sescousse1,* y Hanneke EM den Ouden1,2,*

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* GS y HEMdO contribuyeron igualmente a este trabajo.

Introducción

El juego patológico es una adicción conductual que se caracteriza por un riesgo excesivo (monetario) frente a las consecuencias negativas, como la quiebra o los problemas de relación. Se ha sugerido que la dopamina cerebral desempeña un papel importante tanto en las conductas de riesgo como en la adicción al juego. Sin embargo, sabemos relativamente poco acerca de los mecanismos específicos que impulsan las diferencias interindividuales en las actitudes de riesgo, o los factores que determinan si uno se convierte en un adicto al juego. Un estudio reciente en ratas (Cocker et al., 2012) investigó la relación entre la dopamina y la toma de decisiones de riesgo, utilizando una combinación de evaluación del comportamiento, farmacología e imágenes del cerebro. Los autores demuestran una asociación clara entre la transmisión dopaminérgica del cuerpo estriado y la sensibilidad al tamaño de la estaca, lo que, según ellos, está vinculado al juego patológico humano. En esta revisión, examinamos críticamente la evidencia que respalda este enlace. Argumentamos que el mapeo de la conducta de riesgo de las ratas a los humanos debe hacerse con la mayor precaución y que la sensibilidad al tamaño de la estaca informada por Cocker et al. (2012) es diferente de los sesgos irracionales observados en el juego patológico humano.

En su estudio, Cocker et al. (2012) evaluó la toma de riesgos en un grupo de ratas 32 utilizando una tarea de juego novedosa. En cada prueba, las ratas eligieron entre una palanca "segura" que suministra un número conocido de gránulos de azúcar (rango 1-3), en lugar de una palanca "incierta" que ofrece una posibilidad 50 / 50 de duplicar esta cantidad o no recibir nada. Por lo tanto, para cualquier opción segura de x pellets, la opción de juego alternativa en promedio también resultaría en 0.5 * 2x = x pellets, permitiendo a los autores evaluar las actitudes de riesgo ante la ausencia de diferencias en los valores esperados de las dos opciones. Una rata que preferiría escoger la recompensa pequeña y segura se clasificó como "aversa al riesgo", mientras que una rata que "busca riesgo" preferiría apostar por la gran recompensa incierta. En general, las ratas mostraron un comportamiento de búsqueda de riesgos, eligiendo la palanca incierta en ∼60% de los ensayos.

Luego, los autores investigaron cómo se modulaba la toma de riesgos entre los ensayos que diferían en el tamaño de la estaca, es decir, en el número de gránulos de azúcar en juego. Si bien la toma de riesgos se mantuvo constante en los tres niveles de estaca en aproximadamente dos tercios de las ratas, un subconjunto de ratas "sensibles a las apuestas" cambió de búsqueda de riesgo a comportamiento adverso al riesgo a medida que aumentaba el tamaño de la estaca (Cocker et al., 2012, su Fig. 2A,B). Los autores interpretan el comportamiento de las ratas sensibles a las apuestas como irracional, ya que el aumento en el tamaño de la estaca no cambió el valor relativo esperado de la opción cierta frente a la incierta.

A continuación, los autores estudiaron el efecto del potenciador de dopamina inespecífico, la anfetamina y la dopamina D2/3 antagonista del receptor eticlopride sobre el comportamiento de riesgo. La anfetamina aumentó la toma de riesgos en general específicamente en las ratas sensibles a las apuestas, mientras que la eticloprida redujo la toma de riesgos en las ratas insensibles a las apuestas (Cocker et al., 2012, su Fig. 2C – F). Notablemente, una D1 El antagonista no produjo ningún efecto detectable. Finalmente, los autores midieron la dopamina D del estriado.2/3 densidad de receptores en un subconjunto de ratas (n = 9) usando [11C] raclopride PET y autorradiografía. Ellos encontraron una correlación negativa entre la sensibilidad de la apuesta y D2/3 densidad de receptores en el cuerpo estriado dorsal (Cocker et al., 2012, su Fig. 4). En la discusión, los autores proponen que la sensibilidad de la apuesta tiene similitudes con el juego patológico, y sugieren que la asociación con D inferior estriado2/3 La densidad del receptor está en línea con los resultados observados en la adicción a sustancias.

Los autores vincularon la sensibilidad de la apuesta a la activación de dopamina del estriatal D2/3 receptores que utilizan un enfoque multidisciplinario que combina el comportamiento, las manipulaciones farmacológicas y las imágenes PET. La especificidad neurobiológica de estos resultados fomenta información importante sobre las diferencias individuales en la toma de decisiones de riesgo en ratas. Sin embargo, la extrapolación de estos hallazgos a los riesgos humanos y al juego patológico es problemático. Primero, en sorprendente contraste con los humanos, las ratas en este estudio favorecieron la opción incierta en más de la mitad de sus elecciones. En contextos similares, los seres humanos tienden a ser adversos al riesgo, con una clara preferencia por ciertas cantidades de dinero sobre apuestas arriesgadas de igual valor esperado. Este comportamiento se ha traducido en una función de utilidad cóncava en las teorías modernas de toma de decisiones arriesgadas, lo que refleja la idea de que duplicar el tamaño de una recompensa no duplica su utilidad subjetiva (Zorro y Poldrack, 2008). Si esta discrepancia refleja diferencias intrínsecas entre las especies o se debe a diferencias de procedimiento, por ejemplo, recompensas primarias frente a secundarias o elecciones únicas frente a repetidas, es una pregunta abierta (para una discusión, vea Hayden y Platt, 2009). No obstante, estos hallazgos divergentes enfatizan la necesidad de precaución al traducir los resultados de los animales a los humanos.

En segundo lugar, el concepto de irracionalidad utilizado por Cocker et al., 2012, y su vinculación a la patología, es debatible. Los autores argumentan que el comportamiento de las ratas sensibles a las apuestas es irracional, porque su transición de la búsqueda del riesgo a la aversión al riesgo a medida que aumenta el riesgo no confiere ningún beneficio real. Luego relacionan este comportamiento irracional con el juego patológico en humanos, razonando que los sesgos irracionales en la toma de decisiones hacen que los jugadores se aparten de los controles saludables. Creemos que este es un salto audaz. Un comportamiento se define como irracional en términos de una desviación de una perspectiva normativa específica que define la traducción del valor objetivo en utilidad subjetiva. Las ratas sensibles a las apuestas se pueden ver como irracionales si la utilidad subjetiva equivale al valor esperado, que prescribe preferencias de riesgo constantes entre las apuestas. Sin embargo, su creciente aversión al riesgo podría seguir racionalmente desde una función de utilidad alternativa, por ejemplo, una que intercambia valor y riesgo esperados. De hecho, el aumento de la aversión al riesgo con el aumento de las apuestas está bien documentado en los seres humanos (Holt y Laury, 2002). Este comportamiento, a veces denominado “efecto cacahuete”, puede considerarse adaptativo, ya que no se tiene mucho que perder cuando se apuesta por un cacahuete, pero probablemente se debería pensar dos veces cuando se juega en la casa. Desde esta perspectiva, el comportamiento de las ratas sensibles a las apuestas corresponde a lo que se observa típicamente en humanos sanos y, por lo tanto, tal vez no deba considerarse patológico.

Además, incluso si consideramos esta sensibilidad de apuesta como irracional, es de naturaleza diferente del tipo de comportamiento irracional visto en trastornos de toma de decisiones de riesgo. En el juego patológico, por ejemplo, la irracionalidad se refiere a sesgos cognitivos como la ilusión de control y las creencias en la suerte (La fortuna y el bien, 2012). Estos sesgos corresponden a concepciones objetivamente erróneas de los procesos de azar, en oposición a un patrón de aversión al riesgo dependiente de la estaca. Como resultado de tales sesgos cognitivos irracionales, los jugadores patológicos tienden a mostrar un riesgo exacerbado, que es exactamente lo contrario del comportamiento observado en ratas sensibles a las apuestas. Por ejemplo, en los protocolos de descuento de probabilidad, que involucran el mismo tipo de toma de decisiones en riesgo que en Cocker et al. estudio, los jugadores muestran un cambio constante hacia opciones arriesgadas (Ligneul et al., 2012). Como corolario de esta observación, nos gustaría especular que las ratas potencialmente en riesgo de adicción al juego en Cocker et al. los estudios son, de hecho, aquellos que son insensibles al tamaño de las apuestas, o incluso muestran un mayor riesgo al aumentar las apuestas (Cocker et al., 2012, su Fig. 2B). Tal tolerancia al riesgo en altas apuestas es paralela a uno de los síntomas centrales del juego patológico como se define en el DSM-IV, a saber, la "necesidad de apostar con cantidades crecientes de dinero para lograr la emoción deseada".

Esta visión alternativa colocaría los resultados de dopamina observados en una luz diferente. Cocker et al. reportar una relación negativa entre la dopamina D2/3 La densidad del receptor y la sensibilidad de las apuestas, que utilizan para explicar los efectos diferenciales de las manipulaciones dopaminérgicas entre las ratas sensibles a las apuestas y las insensibles a las apuestas. Esta reducción de D2/3 La densidad de receptores parece difícil de conciliar con nuestra sugerencia de que las ratas insensibles a las apuestas son aquellas en riesgo de adicción al juego, ya que dicha reducción se ha asociado sistemáticamente con la adicción a sustancias en los seres humanos (Volkow et al., 2010). Sin embargo, es importante tener en cuenta que los estudios de PET en humanos hasta la fecha no han informado ninguna diferencia en D2/3 Disponibilidad de receptores entre jugadores patológicos y controles (Boileau et al., 2012; Clark et al., 2012). Esto sugiere que los mecanismos bioquímicos que subyacen al juego patológico podrían ser al menos parcialmente diferentes de los identificados en la adicción a sustancias.

Alternativamente, el juego patológico podría ser modelado por niveles elevados de dopamina, consistente con el modelo mimético psicoestimulante de este trastorno (Zack y Poulos, 2009). El apoyo para este modelo proviene de un estudio reciente que analizó la búsqueda de pérdidas, otra característica prominente del juego patológico en el que los jugadores siguen aumentando sus apuestas para recuperar pérdidas pasadas. Mientras que los participantes sanos mostraron un aumento típico en la aversión al riesgo con el aumento de las apuestas con placebo, mostraron una pérdida persistente en la búsqueda de la metilfenidato potenciador de la dopamina (Campbell-Meiklejohn et al., 2012). En línea con estos resultados, ratas sensibles a la apuesta en el Cocker et al. (2012) El estudio mostró un aumento en los niveles de búsqueda de riesgo cuando se administró anfetamina, mientras que las ratas insensibles a las apuestas (quienes sugerimos que podrían estar en riesgo de adicción al juego) se volvieron menos buscadoras de riesgo en respuesta a la D2/3 antagonista del receptor eticlopride. Esta respuesta diferencial entre los dos grupos es aún más consistente con los hallazgos previos que muestran que los efectos de los medicamentos dopaminérgicos dependen de las diferencias en los niveles iniciales de dopamina (Cools et al., 2009).

En resumen, el estudio de Cocker et al. (2012) proporciona una valiosa contribución a la literatura sobre la toma de decisiones de riesgo, demostrando un vínculo claro entre las diferencias individuales en la sensibilidad de la apuesta y la transmisión de dopamina estriatal a través de D2/3 receptores El objetivo de este comentario fue discutir el paralelismo establecido por los autores entre la sensibilidad de la apuesta y el juego patológico, y considerar explicaciones alternativas para los resultados farmacológicos y de comportamiento observados. Argumentamos que el mapeo de la sensibilidad de la apuesta en ratas al juego patológico en humanos está lejos de ser sencillo, y especulamos que cualquier "irracionalidad" en los jugadores puede ser lo contrario de lo que sugieren los autores. Lejos de desalentar los enfoques de traducción, esperamos que nuestras observaciones desencadenen discusiones y fomenten futuras investigaciones centradas en reducir la brecha entre los juegos de animales y los humanos.

Notas a pie de página

  • Recibido diciembre 20, 2012.
  • Revisión recibida enero 15, 2013.
  • Aceptado enero 15, 2013.
  • Nota del editor: estas revisiones breves y críticas de artículos recientes en el Revista, escrito exclusivamente por estudiantes graduados o becarios postdoctorales, tiene la intención de resumir los hallazgos importantes del documento y brindar una perspectiva y comentarios adicionales. Para obtener más información sobre el formato y el propósito del Journal Club, consulte http://www.jneurosci.org/misc/ifa_features.shtml.

  • GS y HEMdO recibieron fondos de la Organización de Investigación Científica de los Países Bajos (NWO Rubicon / VENI). Agradecemos a Luke Clark, Ivan Toni y Roshan Cools por sus útiles comentarios.

  • La correspondencia debe dirigirse a Guillaume Sescousse, Radboud University Nijmegen, Donders Institute for Brain, Cognition and Behavior, 6500 HB Nijmegen, Países Bajos. [email protected]

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