Incluyendo el trastorno del juego en el ICD-11: La necesidad de hacerlo desde una perspectiva clínica y de salud pública Comentario sobre: ​​Una base científica débil para el trastorno del juego: Comencemos a ser cautelosos (van Rooij et al., 2018)

J Behav Addict. 2018 Jul 16: 1-6. doi: 10.1556 / 2006.7.2018.59.

Rumpf HJ1, Achab S2,3, Billieux j4, Bowden-Jones H5, Carragher N6, Demetrovics Z7, Higuchi S8, Rey DL9, Mann K10, Potenza M11, Saunders JB12, Abbott M13, Ambekar A14, Aricak OT15, Assanangkornchai S16, Bahar N17, Borges G18, Marca m19,20, Chan EM21, Chung T22, Derevensky j23, Kashef AE24, Farrell m25, Fineberg NA26,27, Gandin c28, Gentil da29, Griffiths MD30, Goudriaan AE31, Grall-Bronnec M32, Hao W33, Hodgins dc34, Ip P35, Király O7, Lee HK36, Kuss D30, Lemmens JS37, Largo j33, López-Fernández O30, Mihara s8, Petry NM38, Pontes HM30, Rahimi-Movaghar A39, Rehbein F40, Rehm J41,42,43, Scafato E44, Sharma M45, Spritzer D46, Stein DJ47, Tam P48, Weinstein A49, Wittchen HU43, Wölfling K50, Zullino d2, Poznyak V6.

Resumen

La introducción propuesta del trastorno del juego (GD) en la undécima revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE-11) desarrollada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha dado lugar a un animado debate durante el año pasado. Además del amplio apoyo a la decisión en la prensa académica, una publicación reciente de van Rooij et al. (11) repitieron las críticas planteadas contra la inclusión de GD en la CIE-2018 por Aarseth et al. (11). Argumentamos que este grupo de investigadores no reconoce las consideraciones clínicas y de salud pública que apoyan la perspectiva de la OMS. Es importante reconocer una variedad de sesgos que pueden influir en este debate; en particular, la industria del juego puede desear disminuir su responsabilidad al afirmar que la GD no es un problema de salud pública, una posición que tal vez esté respaldada por argumentos de académicos basados ​​en psicología de los medios, investigación de juegos de computadora, ciencias de la comunicación y disciplinas relacionadas. Sin embargo, al igual que con cualquier otra enfermedad o trastorno de la CIE-2017, la decisión de incluir o no la EG se basa en la evidencia clínica y las necesidades de salud pública. Por ello, reiteramos nuestra conclusión de que la inclusión de GD refleja la esencia de la CIE y facilitará el tratamiento y la prevención para quienes lo necesiten.

PALABRAS CLAVE:  ICD-11; perspectiva clinica trastorno del juego; salud pública

PMID: 30010410

DOI: 10.1556/2006.7.2018.59

Durante el año pasado, ha habido un animado debate sobre la inclusión del trastorno del juego (GD) en el borrador de la 11th revisión de la Clasificación Internacional de Enfermedades (ICD-11) por la Organización Mundial de la Salud (OMS). Una serie de reuniones anuales de expertos de la OMS, en Tokio (Japón), Seúl (Corea del Sur), Hong Kong (China) y Estambul (Turquía), celebradas desde 2014 proporcionaron la justificación y la justificación de la recomendación de incluir GD en la sección de trastornos debidos a conductas adictivas en el Beta-Draft ICD-11 (QUIEN, 2018a). La decisión se basó en la revisión de la evidencia disponible en la literatura científica y en series de casos, así como en las experiencias de la práctica clínica proporcionadas por expertos internacionales en psiquiatría, psicología clínica, medicina interna, medicina familiar, epidemiología, neurobiología y salud pública. En general, los expertos de 66 de los países de 25 participaron en estas reuniones. Cualquier posible conflicto de intereses en las reuniones de la OMS se manejó de acuerdo con las normas y regulaciones de la OMS (QUIEN, 2015).

La decisión de consenso de incluir GD en ICD-11 fue cuestionada recientemente por un grupo de investigadores (Aarseth et al., 2017). Sus argumentos llevaron a una serie de comentarios (Billieux et al., 2017; Griffiths, Kuss, Lopez-Fernandez y Pontes, 2017; Higuchi et al., 2017; James y Tunney, 2017; Kiraly y Demetrovics, 2017; Lee, Choo y Lee, 2017; Müller y Wölfling, 2017; Saunders et al., 2017; Shadloo et al., 2017; van den Brink, 2017), la mayoría de los cuales estaban a favor de incluir el nuevo diagnóstico de GD en el ICD-11. Recientemente se publicó una respuesta del grupo inicial, aunque con algunos cambios en la autoría, reiterando que la base científica de GD es actualmente demasiado débil para justificar su inclusión en ICD-11 (van Rooij et al., 2018). Por ejemplo, estos autores sugieren que el deterioro funcional como resultado del juego no está suficientemente probado, el juego se conceptualiza mejor como un mecanismo de afrontamiento que como un trastorno único, los jugadores no problemáticos podrían ser estigmatizados por la inclusión de GD en ICD-11 , y GD como categoría de diagnóstico es el resultado de un pánico moral. La mayoría de los artículos de comentarios citados anteriormente presentaron evidencia empírica desde múltiples perspectivas para refutar estos puntos. En particular, se destacó la evidencia de investigación que demuestra las consecuencias negativas en los casos de GD en múltiples dominios y en diferentes períodos de tiempo (Saunders et al., 2017). Desafortunadamente, estos puntos basados ​​en la evidencia, así como los datos de que los servicios de tratamiento a nivel internacional enfrentan un desafío creciente para responder de manera efectiva a las referencias por problemas relacionados con el juego, no han sido reconocidos por van Rooij et al. (2018). Otras críticas (por ejemplo, "GD como diagnóstico representa pánico moral") se basan en suposiciones que no pueden ser probadas empíricamente y no se proporcionó evidencia para demostrar tal pánico. Sin embargo, el propósito de este artículo no es repetir todos estos argumentos, sino centrarse en la importancia de los aspectos clínicos y de salud pública de la EG.

¿Por qué los investigadores tienen diferentes interpretaciones de los mismos datos?

Los estudios de investigación a veces pueden ser defectuosos debido a problemas metodológicos, pero la interpretación de los datos de la investigación también puede verse afectada por sesgos. El sesgo de interpretación está relacionado con las propias ideas preconcebidas y puede incluir el descuento de datos al encontrar fallas selectivas (sesgo de rescate), evaluar la evidencia que respalda las propias ideas preconcebidas de manera más positiva en comparación con la evidencia que desafía estas ideas preconcebidas (sesgo de confirmación), o el "tiempo dirá" "Sesgo que se refiere a la tendencia de los diferentes científicos a tener diferentes requisitos en relación con la evidencia confirmatoria (Kaptchuk, 2003). Sobre la base de estos y otros sesgos, los científicos a menudo pueden tener interpretaciones y conclusiones contradictorias sobre los mismos datos.

Interpretaciones conflictivas y conclusiones de los resultados de la investigación pueden surgir por múltiples razones. Un examen de los antecedentes profesionales de quienes critican la inclusión de GD en ICD-11 revela que muchos autores (aunque no todos) provienen de áreas distintas a las ciencias clínicas o la salud pública; Estos incluyen la psicología de los medios, la investigación de juegos de computadora, la psicología experimental y social, la sociología, la psicología educativa, el diseño de juegos y las ciencias de la comunicación (van Rooij et al., 2018). Por el contrario, los investigadores a favor de la inclusión de la DG provienen principalmente de disciplinas clínicas y de salud pública, como psiquiatría, psiquiatría infantil, salud mental, medicina interna, medicina familiar, psicología clínica, neurociencia clínica y tratamiento y prevención de adicciones (ver Saunders et al., 2017). Ser consciente de las diferentes disciplinas involucradas en ambos lados del debate puede explicar gran parte de la discordia. Si bien los diferentes puntos de vista son comprensibles y pueden ser útiles para estimular el debate, se debe preguntar qué tipo de experiencia se necesita cuando se deben tomar decisiones para incluir o excluir trastornos en la CIE-11.

Por ejemplo, es razonable considerar la estigmatización como un efecto no deseado de un diagnóstico recién introducido (Stein y col., 2010). Sin embargo, desde una perspectiva clínica, este argumento falla cuando se trata de evaluar las necesidades clínicas y de salud pública. Por ejemplo, el trastorno por atracón podría ser excluido de la ICD-11 debido a los argumentos de que podría estigmatizar a las personas que comen mucho oa las personas que tienen un índice de masa corporal alto. Sin embargo, dada la elevada mortalidad y otros riesgos para la salud asociados con los trastornos de la alimentación, esto tendría un impacto adverso significativo, especialmente en mujeres jóvenes (Smink, van Hoeken y Hoek, 2012). El argumento de la posible estigmatización no es específico de la EG, sino que se relaciona con muchos otros trastornos mentales bien establecidos. El daño relacionado con la inclusión de un diagnóstico específico, es decir, una condición de salud que puede demostrarse que está asociada con la carga de la enfermedad, es menor que el daño generado por su exclusión, un punto que se examina más adelante. Esta visión está en línea con el principio de precaución que orienta las recomendaciones y acciones de las organizaciones de salud pública, que exigen que “… La incertidumbre científica no debe usarse como una razón para posponer las medidas preventivas"(QUIEN, 2018c). Como se señaló de manera sucinta en una respuesta en el debate, Aarseth et al. (2017) adoptóUna perspectiva académica muy alejada de la realidad clínica."(Müller y Wölfling, 2017, pag. 118). Nos preocupa que la falta de experiencia clínica pueda llevar a conclusiones inexactas; proporcionamos dos ejemplos clave a continuación.

¿Por qué son tan importantes los argumentos basados ​​en consideraciones clínicas y de salud pública?

Las personas en muchos países alrededor del mundo buscan tratamiento, ya que sufren de deterioro funcional relacionado con los síntomas de la GD. En muchos países, tampoco hay servicios de salud para personas con juegos problemáticos o servicios escasos o desarticulados, mientras que en aquellos países que han establecido servicios, la demanda evidentemente está creciendo, atestiguando una necesidad insatisfecha. En varios países, el número de entornos de tratamiento y de individuos tratados ha aumentado sustancialmente. Por ejemplo, la cantidad de servicios especializados para trastornos relacionados con Internet, incluida la GD, se multiplicó por cuatro desde 2008 a 2015 en Alemania (Petersen, Hanke, Bieber, Mühleck y Batra, 2017). En Suiza, las instalaciones especializadas en trastornos adictivos han tenido una demanda creciente de asesoramiento y tratamiento para la DG. Se ha convertido en un importante campo de actividad para casi la mitad de estos servicios y el 87% de las instituciones encuestadas identificó la necesidad de capacitación en esta área (Knocks, Sager y Perissinotto, 2018). En Suiza, el Hospital Universitario de Ginebra registró que las demandas de salud relacionadas con los juegos de azar se han duplicado en los últimos años de 5 (datos no publicados de los hospitales universitarios de Ginebra). En Hong Kong, los casos de búsqueda de ayuda relacionados con el juego excesivo aumentaron más del 60% en 2016 en comparación con 2015 (datos no publicados del Centro Integrado de Prevención y Tratamiento de Adicciones del Grupo de Hospitales Tung Wah). Muchos de los casos de GD demostraron síntomas de deficiencias en el control emocional, el cuidado personal, la comunicación social, la concentración y la asistencia y el rendimiento escolar.

Se puede esperar que la introducción de un diagnóstico de EG responda a esta necesidad insatisfecha y conduzca al establecimiento de nuevos servicios clínicos que brinden un tratamiento coherente para las personas que padecen juegos problemáticos en muchos países del mundo. La inclusión de la EG en la CIE-11, como ocurre con todos los demás trastornos y enfermedades, permite la formación adecuada de los profesionales de la salud y la comunicación entre ellos, facilita las actividades de prevención e intervención temprana, promueve la investigación y el seguimiento y apoya el desarrollo y la financiación del tratamiento. Van Rooij et al. Han descuidado en gran medida estos puntos importantes. (2018) y otros que se oponen al concepto de GD. Más bien, estos investigadores argumentan que no es necesario un diagnóstico y que se podría brindar ayuda en clínicas y servicios especializados "… Análogo a los servicios para otros problemas de salud mental, que no están vinculados a un diagnóstico en particular, como los servicios para víctimas de agresión sexual o pérdida de un ser querido"(van Rooij et al., 2018, pag. 3). Este punto de vista no se basa en la realidad clínica; los servicios descritos anteriormente se brindan debido a eventos de vida repentinos y la necesidad de una intervención oportuna en un entorno seguro y de apoyo, y no porque el diagnóstico sea innecesario o no esté disponible.

Otra consideración importante es la de las intervenciones. La literatura sobre el tratamiento y la prevención en GD todavía está en desarrollo. Aunque las revisiones sistemáticas (King et al., 2017; Zajac, Ginley, Chang y Petry, 2017) destacan la escasez de estudios de intervención y las limitaciones existentes, existen muchas clínicas de tratamiento en todo el mundo, con miles de pacientes que buscan servicios. El hecho de oponerse a la inclusión de GD en el ICD-11 está obstruyendo efectivamente el acceso de los individuos al tratamiento y potencialmente contribuye a la demora en el desarrollo de intervenciones eficaces para la enfermedad.

La afirmación de que los videojuegos son simplemente un medio para hacer frente a otros trastornos mentales [por ejemplo, trastorno por déficit de atención con hiperactividad (TDAH), depresión o ansiedad] y que no es un trastorno en sí mismo es otro argumento opuesto que desmiente la falta de experiencia clínica. Está ampliamente establecido en este debate (por ejemplo, Müller y Wölfling, 2017), y en las disciplinas de salud mental más amplias, esa comorbilidad es más a menudo la regla que la excepción. Clínicamente, en algunos pacientes, el juego excesivo puede ser una forma de hacer frente a una condición comórbida y puede progresar a una GD (Griffiths, 2017). Esto es comparable a los trastornos relacionados con sustancias, e históricamente, se han presentado argumentos similares antes de los tiempos en que los trastornos por uso de sustancias se consideraban como condiciones psiquiátricas independientes. Cabe destacar que solo estuvo en 1980 en la tercera edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-III) que los trastornos por uso de sustancias se consideraron en el DSM como condiciones independientes en lugar de secundarias debido a otros trastornos (Robinson y Adinoff, 2016). Desde una perspectiva clínica, el consumo excesivo de alcohol puede mitigar los síntomas de la depresión o el trastorno de estrés postraumático (TEPT), y tal consumo puede progresar a la dependencia del alcohol (Cooper, Russell, Skinner, Frone y Mudar, 1992). Por supuesto, tratar la depresión o el TEPT debe ser un objetivo terapéutico para estos pacientes. Sin embargo, el tratamiento del trastorno por consumo de alcohol también es crucial, ya que este trastorno puede ser el conductor subyacente del deterioro funcional del paciente y su tratamiento podría ser un requisito previo para un tratamiento eficaz de las condiciones comórbidas. Además, se ha demostrado que la resolución de la dependencia del alcohol había reducido los síntomas depresivos (Brennan, SooHoo, Lemke y Schutte, 2016).

Las consideraciones de tratamiento dentro de estos ejemplos también se aplican a problemas relacionados con el juego. Como se mostró en un estudio muy reciente, los adultos jóvenes que estaban estresados ​​y usaban los juegos como una estrategia de afrontamiento habían aumentado los síntomas de GD en comparación con los que usaban otras estrategias de afrontamiento negativas (Plante, Gentile, Groves, Modlin y Blanco-Herrera, en prensa). Teniendo en cuenta las intervenciones, a menudo se encuentra una necesidad primordial para tratar la GD principalmente. Una persona con GD puede ser incapaz de realizar las actividades necesarias y de la vida diaria. Esto a menudo se relaciona con consecuencias perjudiciales para la salud y un deterioro significativo en el desempeño escolar o laboral. Además, los estudios muestran que el juego excesivo está relacionado con cambios en la estructura del cerebro asociados con reducciones en el volumen de materia gris y materia blanca en el cerebro (Weinstein, 2017). Además, se asocia con una deficiencia dopaminérgica que hace que estas personas sean vulnerables a una recaída (Weinstein, Livny y Weizman, 2017) y, en particular, en adolescentes (Weinstein, 2017). Teniendo en cuenta todos estos argumentos, el GD debe ser tratado como una prioridad. Esto no implica que los trastornos mentales coexistentes, como el TDAH o la depresión, no deben abordarse e incluirse en momentos posteriores.

¿Por qué los argumentos no clínicos son potencialmente dañinos en el contexto más amplio de este debate?

De Aarseth et al.2017) el comentario ha dado lugar a muchos contraargumentos, pero van Rooij et al. (2018). Parece que no se puede llegar a un acuerdo en este debate y puede que no sea necesario. Sin embargo, es importante señalar que es probable que haya una serie de consecuencias negativas de no incluir la GD en la CIE-11. Como ya se mencionó, puede tener implicaciones no solo para la preparación de los profesionales de la salud para prevenir, identificar y manejar estas condiciones, sino también para el acceso al tratamiento. Las compañías de seguros de salud y otros financiadores de tratamientos pueden adoptar los argumentos planteados por investigadores no clínicos (por ejemplo, “el juego es una actividad de estilo de vida normal”); de modo que aquellos que necesitan tratamiento y con fondos limitados no pueden obtener ayuda profesional. Además, la falta de cobertura por parte de las compañías de seguros de salud puede llevar a que los médicos no desarrollen su experiencia para ayudar a las personas con problemas de juego, sino que elijan buscar otras áreas de la prestación de atención médica que se reembolsen más fácilmente.

De preocupación, la reciente declaración se opuso a GD por una minoría vocal afiliada a la Sociedad de Psicología y Tecnología de los Medios, División 46 de la Asociación Americana de Psicología (2018) puede servir como modelo para que la industria del juego argumente en contra de la inclusión de GD en ICD-11. Esta declaración y los argumentos planteados por van Rooij et al. (2018) podría alimentar las actividades de cabildeo de la industria del juego, que pueden tratar de disminuir las necesidades clínicas y de salud pública. Retrospectivamente, la industria tabacalera (según lo revelado por los procesos de litigio en los EE. UU.) Sirve como un ejemplo de la medida en que dichos puntos de vista pueden contrarrestar la posición de quienes defienden las necesidades de los pacientes afectados.

Conclusiones

Al igual que con cualquier otra enfermedad o trastorno en medicina y psicología, la decisión de incluir o no la GD en ICD-11 debe justificarse en función de la evidencia clínica y las necesidades de salud pública. De hecho, este examen cuidadoso de la evidencia es responsabilidad de las organizaciones de salud pública, como la OMS. Si bien otras perspectivas basadas en argumentos no clínicos son útiles para estimular el debate, en última instancia es importante considerar qué tipo de experiencia es más útil y relevante para este problema. Otros comentarios citados en este documento han abordado algunas de las críticas por razones científicas; En este comentario, hemos enfatizado los argumentos que se relacionan con los problemas clínicos y de salud pública, que reflejan la esencia del ICD. Estos argumentos respaldan la necesidad de una nomenclatura con fines clínicos y de salud pública, incluidos diagnósticos claros que puedan facilitar un tratamiento y prevención adecuados y asequibles. El ICD es "… La base para la identificación de tendencias y estadísticas de salud a nivel mundial. Es el estándar internacional para definir y reportar enfermedades y condiciones de salud. Le permite al mundo comparar y compartir información de salud usando un lenguaje común. El ICD define el universo de enfermedades, trastornos, lesiones y otras afecciones de salud relacionadas. Estas entidades se enumeran de manera integral para que todo esté cubierto"(QUIEN, 2018b). La demanda mundial de tratamiento y la angustia significativa, el deterioro funcional y el sufrimiento que experimentan quienes experimentan GD subyace en la necesidad urgente y oportuna de la inclusión de GD en ICD-11. Hacemos un llamado a los médicos, a los especialistas en salud pública y a los científicos para que consideren estos argumentos en este importante debate y para que sopesen las consecuencias respectivas y las ramificaciones significativas para el bienestar de las personas afectadas.

Contribución de los autores

El borrador inicial de este documento fue preparado por H-JR en cooperación con un grupo central de autores (SA, JB, HB-J, NC, ZD, SH, DLK, KM, MP, JBS y VP). Todos los autores han contribuido con materiales, han proporcionado comentarios o han apoyado intelectualmente el contenido. Todos han aprobado la versión final de este documento.

Conflicto de intereses

Los autores de este artículo se dedican a la investigación científica, las políticas y la prevención, la práctica clínica o la gestión de servicios en el campo de los juegos y GD. Declaran que no han recibido fondos para investigación, conferencias u otras actividades de la industria del juego. Los autores H-JR, SA, JB, HB-J, NC, ZD, SH, DLK, KM, MP, JBS, MA, AA, OTA, SA, NB, EM-LC, TC, JD, AEK, MF, CG, MDG, WH, DCH, PI, HKL, DK, JL, SM, AR-M, JR, ES, MS, DS, DZ y VP son miembros de un Grupo Asesor de la OMS sobre Trastornos del Juego, y GB, NMP, y PT han sido miembros del grupo de trabajo DSM-5 sobre el trastorno de los juegos de Internet. GB, AR-M y JR son miembros del Grupo Asesor Técnico de la OMS sobre Epidemiología del Alcohol y las Drogas, y GB participó en las dimensiones culturales de los Trastornos por Uso de Sustancias para las Descripciones Clínicas y Pautas de Diagnóstico de la CIE-11. AR-M fue miembro del Grupo Asesor Internacional de la OMS para la Revisión de los Trastornos Mentales y del Comportamiento de ICD-10. VP y NC son miembros del personal de la OMS. NMP está en la Junta de Asesores para Niños y Pantallas, Instituto de Medicina Digital y Desarrollo Infantil. NAF preside la acción COST de la UE para el uso problemático de Internet. Solo los autores son responsables de los puntos de vista expresados ​​en esta publicación y no representan necesariamente la posición oficial, las políticas, los puntos de vista o las decisiones de la OMS, la Asociación Estadounidense de Psiquiatría u otras organizaciones mencionadas anteriormente. Todos los autores declaran no tener conflicto de intereses con respecto a esta publicación. Sin embargo, para el principio de integridad, se debe indicar lo siguiente: algunos de los autores están involucrados en el tratamiento del trastorno del juego u otras conductas adictivas (AA, SA, JB, HBJ, NB, EM-LC, JD, DCH, WH , SH, DLK, HKL, SM, AR-M, NMP, MP, JBS, MS, DS, DJS, PT, KW y DZ). Además, algunos de los autores (NAF, SH, MP, JR, JBS, DJS y DZ) han recibido apoyo financiero u honorarios de compañías farmacéuticas.

Referencias

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